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Consejos

Adaptación entre gatos y perros

Los gatos y los perros pueden convivir en armonía e incluso llegar a ser grandes amigos. De hecho, algunos gatos prefieren la compañía de perros antes que la de otros felinos, especialmente aquellos que son menos sociables o más territoriales. En general, la convivencia pacífica entre ambos dependerá más del comportamiento del perro que del gato, ya que los gatos suelen tolerar sin problemas a cualquier individuo que no les suponga una amenaza. Si el perro no invade su espacio, el gato acabará aceptándolo.

Desde aquí, te ofrecemos pautas para facilitar las presentaciones y una convivencia tranquila entre gatos y perros, centrándonos especialmente en las necesidades del gato, ya que somos especialistas en su comportamiento. Si, por otro lado, surgen problemas relacionados con el perro, siempre recomendamos buscar ayuda profesional en positivo, alineada con los valores y filosofía de Terapia Felina: basada en la escucha, sin forzar ni corregir comportamientos de manera intrusiva.

Aspectos clave antes de juntar gatos y perros

Cada gato es único, y su reacción al convivir con un perro puede variar ampliamente. Hay gatos muy sociables que aceptan sin problema la presencia de cualquier animal o persona. En el otro extremo, hay gatos que no toleran a otros animales, ni siquiera de lejos. Curiosamente, algunos gatos prefieren la compañía de perros antes que la de otros gatos, ya que no los ven como una competencia territorial.

Entre estos extremos, existen gatos que, por instinto, no toleran de inmediato a un nuevo individuo. Sin embargo, con tiempo y paciencia, logran desarrollar una buena relación o convivencia.

Las dinámicas entre gatos y perros pueden variar desde una simple tolerancia y convivencia tranquila, hasta una amistad entrañable en la que el gato acicala al perro y ambos duermen juntos. Aunque esto último no siempre ocurre, no significa que no puedan compartir el mismo espacio. Lo esencial es que ambos se toleren y vivan sin estrés, tensión o sensación de amenaza mutua. Aunque es más habitual que sea el gato quien se muestre alerta, también hay casos en los que sucede al revés.

"Aunque pertenecen a diferentes especies, gatos y perros son perfectamente capaces de entenderse. Esto se debe a que comparten un lenguaje común y universal: las señales de calma."

La relación entre perro y gato es totalmente posible si respetamos las necesidades de cada especie y cada individuo. Es fundamental tener en cuenta la compatibilidad de sus caracteres y realizar presentaciones graduales, siguiendo el ritmo que los propios animales marquen. Si van a convivir de forma permanente, no hay que apresurarse; tendrán tiempo de sobra para estar juntos más adelante. Respeta los tiempos y las señales de ambos, evitando exponerlos a situaciones tensas o peligrosas.

En el caso de los gatos, es importante recordar que necesitan controlar al 100% su entorno y sus reacciones. Si los sujetas en brazos en una situación en la que se sientan amenazados, esto intensificará su estrés, aumentando el riesgo de una reacción defensiva, como arañar para escapar. Por el contrario, si les proporcionas vías de escape seguras (lugares elevados, puertas abiertas, o salidas alternativas), podrán gestionar la situación a su manera. Es vital que el gato tenga siempre el control. Nuestro papel debe limitarse a intervenir únicamente si es necesario, por ejemplo, cortando el contacto visual entre ambos animales con algún objeto, mientras transmitimos tranquilidad y calma.

Si estás nervios@ o asustad@ durante las presentaciones, es mejor dejar que otra persona más calmada maneje la situación o posponer el encuentro hasta que te sientas más segur@. Recuerda que los animales perciben y reaccionan a tus emociones; transmitirles tensión puede influir negativamente en su comportamiento. Y si necesitas apoyo, nuestro equipo estará encantado de acompañarte en cada paso del proceso.

¿Cómo elegir un gato para convivir con un perro (y viceversa)?

La clave está en considerar el carácter de ambos animales y usar el sentido común para encontrar la mejor compatibilidad. Algunos ejemplos prácticos:

  • Perro muy nervioso y activo: Un gato joven, sociable con perros y juguetón será más adecuado. Un perro activo probablemente intentará jugar y perseguir al gato, por lo que un gato tímido o temeroso podría sentirse constantemente estresado o incluso acosado.

  • Perro tranquilo o mayor: Un gato calmado o incluso tímido puede ser ideal, ya que un perro tranquilo tiende a ignorar al gato, lo que genera un entorno más seguro y relajado. En este caso, un gatito demasiado energético podría resultar agotador para el perro.

  • Perro miedoso o tímido: Un gato con un carácter dominante o territorial podría intensificar los miedos del perro. Lo mejor sería un gato tranquilo que respete el espacio del perro y no lo abrume.

  • Perro tranquilo, sociable y con paciencia: Este tipo de perro es muy versátil y puede adaptarse tanto a un gatito juguetón como a un gato adulto más calmado.

  • Perro que ya convivió con un gato que falleció: Aunque haya tenido un compañero felino anteriormente, esto no garantiza que acepte a cualquier gato. Cada relación es única, y tanto tú como tu perro necesitáis tiempo para superar el duelo antes de incorporar un nuevo compañero. No te precipites; espera el momento adecuado, y deja que el nuevo miembro llegue de forma natural, sin presiones ni culpabilidad.

Estas son pautas generales, pero recuerda que cada perro y gato es único. Observa sus personalidades y necesidades para tomar la mejor decisión. Si tienes dudas, puedes contar con nuestro equipo para orientarte en el proceso.

Es importante evitar combinaciones incompatibles como un animal muy activo con uno muy pasivo, un perro acosador con un gato miedoso que percibe amenazas en cualquier movimiento, o un gato muy mayor con uno demasiado joven y enérgico, aunque en ocasiones estas situaciones pueden funcionar. La clave está en conocer a tu perro o gato y preguntarte cómo sería su compañero ideal: alguien que cubra sus necesidades de actividad o que tenga un carácter similar, de forma que ambos puedan entenderse y no se generen conflictos. No te centres en razas, sexos o edades; lo más importante es prestar atención al carácter de cada animal.

Para evaluar la compatibilidad, lo ideal es llevar al perro al lugar donde están los gatos, como una protectora o casa de acogida, y observar cómo reaccionan. Asegúrate de que el perro vaya atado con una correa holgada, evitando collares de ahogo o cualquier elemento negativo, mientras que los gatos deben permanecer libres para moverse con tranquilidad. Si no conoces la reacción del perro, mantén una distancia prudente y evita forzar interacciones. No regañes a ninguno de los animales ni tenses la correa del perro; procura que esté calmado y observa con atención sus primeras reacciones al encontrarse con los gatos. Este enfoque permitirá un encuentro positivo y sentará las bases para una buena convivencia.

Si te has enamorado de un perro y quieres comprobar cómo se comporta con gatos antes de llevarlo a casa, lo ideal es llevarlo a un lugar donde haya gatos, como la gatera de una protectora o un hogar de acogida. Si el perro ladra o se muestra excesivamente nervioso, pero sin signos de agresividad, puedes observar si hay algún gato que permanezca calmado y no se altere. Los gatos también utilizan señales de calma, al igual que los perros, y estas son buenas indicaciones de que la interacción podría funcionar. Sin embargo, lo ideal es que sea el gato quien tome la iniciativa de acercarse al perro; de lo contrario, estarás forzando una interacción que podría derivar en conflictos. Los gatos que se asusten, huyan o se escondan podrían no ser la mejor opción, aunque, dependiendo de las reacciones del perro y el proceso de adaptación, esto no necesariamente significa que sea imposible lograr una convivencia. Solo podría requerir más tiempo y paciencia.

Si el perro está tranquilo y parece no reaccionar en absoluto, tampoco te confíes de inmediato. Ambos animales deben interactuar de alguna manera, ya sea acercándose a olerse, mostrando interés, o incluso a través de señales defensivas o de huida. Estas interacciones son necesarias para que ambos puedan conocerse y establecer una relación. Si el perro solo mira hacia otro lado, bosteza, mueve la cola nerviosamente o se muestra inquieto, es mejor seguir observando antes de sacar conclusiones.

Si un gato se acerca al perro con la cola recta y en alto, esto es una señal positiva por parte del gato. No te alarmes, pero sí mantente atento y transmite calma al perro. En este contexto, el gato busca establecer contacto, olfatear y marcar al perro con sus feromonas sociales, lo cual es un gesto amistoso. Si el perro tolera este comportamiento, podrías haber encontrado un posible compañero para él, pero es importante seguir con precaución y continuar con las presentaciones graduales que describimos más adelante.

Este proceso es diferente si hablamos de gatitos menores de tres meses. Por lo general, los gatitos tienen reacciones más rápidas y suelen ser más valientes, lo que facilita su adaptación. No obstante, también existe un mayor riesgo de que el perro les cause daño, incluso de manera accidental. Si un gatito muy joven se asusta inicialmente pero el perro muestra una actitud calmada y respetuosa, es posible que con el tiempo se construya una relación de confianza. Es clave permitir que el gatito descubra que el perro no representa una amenaza y darle el espacio y el tiempo que necesita. Eso sí, recuerda que los gatitos menores de tres meses siempre deben criarse con al menos otro gato para garantizar un desarrollo social adecuado.

Si el perro se muestra demasiado nervioso, todos los gatos se asustan y ninguno se acerca, lo mejor es interrumpir el encuentro de manera positiva para evitar que los animales sigan estresados. Puedes intentarlo nuevamente más adelante o probar con otros gatos, pero si el perro siempre reacciona con altos niveles de nerviosismo, podría ser buena idea buscar un gatito joven que pueda adaptarse mejor a su energía. Y, en cualquier caso, nunca dudes en contar con la ayuda de un profesional en comportamiento animal para guiarte en este proceso.

Cuando un perro muestra una conducta muy agresiva hacia los gatos, la situación se complica y puede incluso poner en peligro la vida del gato. Es distinto si el perro simplemente quiere perseguirlos pero retrocede cuando el gato se detiene o se defiende, a que realmente intente agredirlo. En este último caso, quizá un gato no sea el compañero ideal para tu perro. Aunque no es imposible trabajar en esa relación, requiere mucho tiempo, paciencia y puede implicar un riesgo constante para el gato.

Confía en tu intuición y nunca tomes decisiones que te generen dudas o rechazo. Si al observar una situación sientes que algo no está bien, presta atención a esa señal. Por el contrario, si percibes cierta armonía y tranquilidad, es probable que estés en el camino correcto. Confía tanto en los animales como en tu sentido común para tomar la mejor decisión, siempre priorizando la seguridad y el bienestar de ambos.

Encontrar un compañero gato para un perro sigue los mismos principios mencionados anteriormente: todo depende del carácter y las necesidades del gato. Aunque se suele pensar que un cachorro de perro facilita la convivencia, la realidad es que suele ser al contrario. Los gatos tienden a percibir como una amenaza cualquier ser vivo que se mueva rápidamente y se acerque de manera directa, como suelen hacer los cachorros. Este comportamiento natural en perros jóvenes, que incluye ladrar y correr hacia el gato, puede resultar muy estresante para un gato adulto tranquilo, ya que se siente constantemente acosado.

Si ya has elegido un perro y tienes acceso a una protectora, es una buena idea llevarlo, con el apoyo del personal, a conocer a los gatos que allí se encuentren. Podrás observar sus primeras interacciones y contar con la orientación de los profesionales sobre cuáles perros podrían ser más compatibles con gatos.

Si no estás seguro de cómo reaccionará tu gato ante un perro, prueba primero con un perro de confianza, como el de un amigo, que pueda visitarte en casa. Mantén al perro atado para observar las primeras reacciones de tu gato en un entorno seguro.

Es completamente normal que el gato adopte una actitud defensiva, como bufidos, gruñidos o tensión, o que incluso se esconda o huya. Estas reacciones no indican que la convivencia sea imposible, ya que forman parte de un comportamiento esperado. Por otro lado, si tu gato se acerca al perro con naturalidad y se frota contra él, esto es una señal de alta compatibilidad (aunque no garantiza que ocurra con cualquier perro). Sin embargo, si tu gato responde con agresividad directa, gruñidos o gritos prolongados, y muestra una tensión excesiva, lo mejor es interrumpir el encuentro de forma tranquila, alejando al perro sin tocar al gato. En este caso, quizá un perro no sea el mejor compañero para tu gato.

Es importante recordar que no todos los gatos o perros reaccionan igual ante individuos de otra especie. Es posible que un animal tenga una reacción negativa hacia un individuo específico, pero muestre una actitud completamente diferente con otro. Por eso, confía en las señales que ellos mismos te den, enfocándote en sus reacciones hacia ese individuo particular y no hacia la especie en general.

"Es cierto que valorar las reacciones de un perro y un gato en un solo día puede ser muy difícil. Es importante no precipitarse y darles tiempo para adaptarse."

Es importante tener en cuenta que en las protectoras de animales o casas de acogida, las personas que cuidan a los animales suelen conocer bien su carácter. Además, en muchos casos, los animales ya han convivido con otros perros o gatos, lo que puede ser una ventaja, ya que te podrán dar información valiosa sobre sus comportamientos previos. Esto puede ayudarte a tomar una decisión informada. Sin embargo, siempre debes recordar que cada animal es único, y un perro o un gato puede llevarse bien con ciertos individuos pero no con otros. Por eso, es fundamental darles espacio para que elijan a sus compañeros también. Respetar su proceso de adaptación es clave para una convivencia exitosa.

¿Cómo hago las presentaciones entre perros y gatos?

Las presentaciones entre perros y gatos deben hacerse con mucha cautela para garantizar la seguridad de ambos animales. En la primera presentación, se recomienda que el gato esté en un transportín grande o jaulón ubicado en alto, en un lugar estable. El perro debe estar atado con la correa sin tensión, y siempre debes tener a mano premios para él. Es importante evitar los transportines de tela, ya que son vulnerables y dificultan la visibilidad del gato. No pongas el transportín en el suelo, ya que esto genera más inseguridad en el gato. Algunos gatos pueden reaccionar agresivamente al ver a un perro, por lo que es esencial tomar precauciones durante el primer encuentro. Si todo va bien, en futuras presentaciones el gato no necesariamente debe estar en el transportín, pero siempre debe tener lugares en alto a los que pueda retirarse si se siente amenazado.

Es normal que al principio el gato reaccione con bufidos o gruñidos. No te asustes y no apresures el proceso. Si el perro permanece tranquilo, premiamos su comportamiento calmado, especialmente si realiza señales de apaciguamiento como el pestañeo lento, evitar la mirada directa o girar la espalda. Si el perro se muestra muy nervioso o ladra, retíralo suavemente y libera al gato después. La clave está en respetar siempre la distancia de seguridad y evitar reacciones defensivas o agresivas.

Si el gato no muestra señales de gran estrés (como maullidos fuertes o ataques desde el transportín), la próxima vez puedes permitir que ambos se encuentren fuera del transportín, pero siempre asegurándote de que el gato tenga espacio para escapar si lo necesita. Además, nunca expongas al gato a una situación en la que no pueda huir, como acorralarlo o sostenerlo en brazos. El gato debe sentir que tiene el control de la situación en todo momento.

Si el gato es nuevo en la casa, lo ideal es que tenga un lugar seguro preparado donde pueda refugiarse y acostumbrarse a su nuevo entorno. Evita hacer las presentaciones fuera de su espacio seguro al principio. Con el tiempo, cuando se sienta más cómodo, podrá explorar el resto de la casa. La adaptación debe ir al ritmo de cada animal; algunos pueden tardar horas, otros semanas. Lo más importante es evitar situaciones de estrés extremo y cortar cualquier señal de tensión de manera calmada. Durante la presentación, es esencial que no haya ruidos fuertes, niños ni movimientos bruscos de personas para que los animales no se sientan más amenazados.

El objetivo de este protocolo es evitar que se produzcan peleas, ya que esto puede generar un trauma en ambos animales, retrasando el proceso de adaptación. Si evitamos conflictos y gestionamos las presentaciones de forma gradual, el perro y el gato aprenderán a tolerarse y eventualmente se sentirán más cómodos entre sí. Recuerda que el acercamiento debe ser decisión de ellos, nunca forzado. Con paciencia, constancia y refuerzos positivos, como premios para el perro y juegos interactivos para el gato, se pueden reducir las tensiones y fomentar una convivencia armoniosa.

Reacciones positivas en el gato

Las reacciones positivas en el gato durante el proceso de adaptación a un perro son clave para evaluar el progreso de la convivencia. Si el gato puede estar cerca del perro sin mostrar signos de agresividad, manteniendo un lenguaje corporal neutro y tranquilo, y mostrando señales de apaciguamiento (como el pestañeo lento, girar la cabeza o la espalda), esto es un indicio positivo. El gato puede estar dispuesto a convivir con el perro, aunque no se acerque directamente a él. Es importante dejar que el acercamiento y la relación se desarrollen de manera natural, sin forzarlos.

Una señal aún más positiva es cuando el gato se acerca al perro, se frota con él o lo marca con sus feromonas, lo que indica que lo está aceptando dentro de su grupo social. Si el gato incluso empieza a lamer al perro, es un buen indicio de que han establecido un vínculo de aceptación mutua.

Sin embargo, aunque todo parezca ir bien, es fundamental no dejar a los animales juntos sin supervisión durante los primeros meses. Es recomendable dividir la casa o mantener al nuevo animal separado cuando no estés presente, hasta que observes que la convivencia es pacífica y no hay signos de tensión o comportamientos defensivos. Asegúrate de supervisar las interacciones para garantizar que no se presenten situaciones estresantes para ninguno de los dos.

Es importante también tener en cuenta que el concepto de "celos" no se aplica en el reino animal. Los animales no se sienten celosos de la misma manera que los humanos, pero pueden sentirse tensos o incómodos por la presencia del otro. Si el gato vivía antes en la casa, respeta sus espacios y rutinas para minimizar el estrés. Si es el perro el nuevo en el hogar, no te preocupes si el gato necesita algo de tiempo para adaptarse.

En resumen, el proceso de adaptación debe ser gradual y respetuoso, permitiendo que los animales elijan cómo se relacionan entre sí. La paciencia y la observación son claves para asegurar una convivencia armoniosa a largo plazo.